lunes, 10 de abril de 2017

EL FRUTO DEL INJERTO DE MÉXICO



La Lattice

[Siglo XVI, Mexico] "[Cuauhtémoc] se acercó a la cueva y distinguió el color naranja de los leños encendidos de una hoguera que Yacatl había hecho. Se introdujo a la cueva y se sentó a su lado.

—Ya lo sé. Le dijo súbitamente Yacatl—, sé a que has venido. Yo también he sentido dolor y me he preguntado acerca de su significado y puedo decirte que es inevitable lo que sucederá. Nuestro pueblo será sometido y todo cambiará.

A Cuauhtémoc lo embargó una tristeza profunda. El también había sentido la inevitabilidad de los acontecimientos pero necesitaba la confirmación de alguien como Yacatl. —¿Son en verdad Quetzalcoatl? [refiriéndose a los invasores]—preguntó sintiendo un nudo en la garganta.

—No, no lo son, son hombres comunes y corrientes mucho menos evolucionados que tú pero eso no importa; si no son ellos serían otros pero al fin de cuentas los dos son instrumentos. Cuauhtémoc pidió una aclaración y Yacatl le tomó la mano y lo condujo al exterior de la Cueva — Mira, —le ordenó—, observa como todo esta entrelazado.


Cuauhtémoc observó con atención las hojas que tapizaban el piso del bosque, la luz que atravesaba las ramas y hojas de los árboles y los helechos que abundaban en esa temporada de lluvias. Creyó divisar una especie de telaraña translúcida e iluminada por la luz del Sol.

—Veo como hilos plateados— le dijo a Yacatl—. Éste, súbitamente le golpeó el omóplato izquierdo y Cuauhtémoc se asombró de la visión que apareció ante sus ojos. Las líneas traslucidas que antes apenas se desdibujaban adquirieron solidez y una red intrincada y perfecta uniéndolo todo comenzó a vibrar. Parecía que la vida pasara a través de la red que conectaba árbol con árbol y su propio cuerpo con el de Yacatl. Sus pensamientos aparecían como luces que viajaban de su cabeza hacia la de su maestro y viceversa.

Se fijó en la frente de Yacatl y vio dos grandes manojos de hilos que se alejaban penetrando la tierra y el cielo. Yacatl sonrió satisfecho cuando advirtió que Cuauhtémoc "veía" igual que como él lo hacía. Le enseñó a distinguir las emanaciones del interior de su cuerpo y las conexiones que establecían con las del exterior. Le mostró cómo la alineación de bandas definidas creaban la realidad y lo instruyó para cambiar su enfoque."

"El mundo, le dijo Yacatl , es más misterioso de lo que creemos y éstas son sus lineas; nos conectan y más allá del gran lago existen otros hombres y distintas civilizaciones. El Anáhuac está a punto de ser injertado por una de ellas pero la operación necesaria para lograrlo será muy dolorosa y durará más de 500 años en sanar. Del otro lado del mundo existen hombres como tú y yo, capaces de ver las lineas del mundo tal y como lo hacemos ahora. Ellos son morenos y tienen los ojos rasgados; nos ayudarán; así lo han prometido. Pero es necesario comprender algo,— continuó Yacatl—, la razón del injerto no es azarosa. Nosotros mismos lo atrajimos no supimos mantener la abstracción de nuestro compromiso  con el Cosmos, recurrimos al sacrificio humano como medio concreto de unión y abrimos así una rendija y una herida en nuestra impecabilidad."

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Conexión y creación de la imagen

[Siglo XVI, Tíbet] "El segundo Dalai Lama, dirigía la orden de los bonetes amarillos (Dgelugs-pa) creada por el Lama de Thsong-Kha-pa 100 años antes. Era un ser extraordinariamente sensible y famoso por sus percepciones y por su afan de continuar la unificación Tibetana. Él mismo recordaba lo que habia sucedido hacía más de 10 años. . .

Mientras luchaba para crear una estrategia de unificación y en una de sus meditaciones nocturnas, había escuchado una llamada penetrante de auxilio. Provenía del otro extremo del mundo y era enviada por gente parecida a él y con grandes dotes.

Respondió al llamado y durante meses se comunicó, a distancia, con el que la transmitía. Incluso había podido decodificar su nombre; Yacatl. Este le contó lo que estaba a punto de suceder con su pueblo; el injerto que ocurriría y los terribles sufrimientos que acarrearía. Juntos planearon una extrategia y el emisor, sin saberlo, ayudó al segundo Dalai Lama a resolver su acertijo.

Para unificar una nación era necesario encontrar los puntos comunes y las sinergias de las aparentemente opuestas tendencias. Luego, hallar un medio para hacer visibles tales sinergias y por último asegurarse de que sería conocida por todos. La técnica Tibetana más efectiva para lograrlo era el plasmar, en una imagen, todos los componentes detectados y después internalizarlos a través de la visualización.

Se lo propuso a Yacatl y éste aceptó pero no serían conocidos los elementos y las sinergias sino hasta dentro de más de 10 años y en ese periodo nada se podía hacer. Serian 10 años terribles pero necesarios para que se empezaran a manifestar los elementos y matices de fusión de la nueva raza necesarios para crear la imagen."

"Yacatl habia muerto hacia la mitad de los 10 años. El segundo Dalai Lama lo había acompañado durante su suplicio. Los salvajes barbados lo habían encontrado en su cueva mientras meditaba y alli mismo lo habían quemado vivo. También lo guió por el Bardo después de su muerte y todavia mantenía contacto con él ayudado de ceremonias en las que participaban los más avanzados de entre sus monjes.

Se reunían en el bosque cercano a la cueva donde Yacatl habia vivido y juntos recorrian el territorio indio viendo con espanto lo que alli sucedía. Ponian atención a los niños recien nacidos de padres españoles y madres indigenas. En ellos estaba el secreto de lo que buscaban. Se admiraron, una y mil veces de la belleza de su piel, tersa y morena y de la profundidad de sus ojitos, despiertos y curiosos y lloraron con ellos al observar su abandono y dolor.

El segundo Dalai Lama se compadecía y su alma sufría pero seguia observando, junto con Yacatl. Aprendió el lenguaje de los nativos y una niña mestiza de 8 años ayudó a crear la sinergia perfecta.

Durante los siguientes 2 años, crearon la imagen. Contenía, en un equilibrio perfecto, los denominadores comunes de ambas culturas con todos sus símbolos. Sin embargo, estaba dirigida especialmente al pueblo sojuzgado y en un lenguaje pictográfico que seguramente entendería. 

El rostro era el de una niña o joven mestiza, dulce y amorosa y llena de pureza y compasión. Sintetizaba, a la perfección, la fusión del Oriente y del Occidente, el primero con sangre India de lejano origen mongol y el segundo; española, ibérica y romana representante sintética del Viejo Mundo. El producto, un ser totalmente nuevo tenía en sí mismo, todas las posibilidades y una apertura más global a todos los valores humanos.

Cubría a la joven un manto azul tachonado de estrellas; Xiuhtilmatli; "La Tilma de Turquesa" lo llamaba Yacatl y era el mismo género que habia cubierto a los más grandes Tlatoanis y recordaba a Huitzilopochtli habitante del séptimo de los trece cielos. Las estrellas recordaban a la Citlalinicue; "La de la falda de estrellas" Salándola como Ometeotl en su fase femenina.

La imagen incorporaba lo invisible e impalpable de Yohualli-Echecátl por el cielo azul oscuro lleno de estrellas. Su cinturón recordaba a la serpiente que ciñe a la Coatlicue y activaba, por su color negro otro de los nombres de Ometeotl; Tecolliguengui; "La que está vestida de negro".

Tona-Tiuh, Citlallatonac y Tezcatlanextia tambien estaban alli en la flor solar a la altura de la matriz y en sus resplandores. Estaban allí la Luna y el Sol en una misma imagen, Quetzalcoatl y Tlahuizcalpantecutli; "Señor de la Estrella de la Mañana" también allí simbolizados por unas plumas sosteniendo toda la imagen. En su cuello un óvalo de jade, igual al que las estatuas de los dioses llevaban sobre su pecho como representación de su alma e inscrito en él, la cruz cristiana.

La imagen hablaba por sí misma y sintetizaba todas las creencias del pueblo Azteca mostrándolas juntas en el nuevo ser que era el producto de las dos razas enfrentadas.

El segundo Dalai Lama la consideró una verdadera llave de símbolos unificados y matizados de amor y compasión. Yacatl estuvo de acuerdo."

"Pero la imagen no sólo era un enjambre sintético de símbolos o una fórmula mágica para lograr el despertar de la Conciencia. Representaba algo real pero en potencia; el Espíritu de Me-xi-co en continuidad con la nueva raza creada a partir de un injerto. En ella, la esencia del Espiritu mexicano estaba inscrito; en ella el sacrificio de Cuauhtémoc vivía y alimentaba una vitalidad naciente y no solo un recuerdo del pasado.

El nuevo ser que era México encarnaba en ella su futuro mas noble. El pueblo que representaba estaba allí en su carácter más compasivo, más lleno de luz y amor.

Era una obra maestra de la ciencia Tibetana y como todas las imágenes de los Budas representaba lo más sublime del Ser. Pero no era una imagen Tibetana; era la deidad tuletar del nuevo México, Ometeotl encarnado y el futuro ideal de la nueva raza. Lo que seguía era esperar el momento y lugar apropiado para mostrarla y eso implicaba una verdadera hazaña no sólo de visualización sino de materialización. El segundo Dalai Lama se internó en los misterios de su tradición y logró maestría en sus técnicas secretas.

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Materialización

"En 1531, Juan Diego, un indio de espíritu noble oyó una voz mientras caminaba por el cerro del Tepeyac. Era invierno y todo estaba seco y helado. Sabía que transitaba por la morada de Coatlicue Tonatzin la cuna de Huitzilopchtli. Oyo una voz que lo amaba. Se acercó al lugar de donde procedía el sonido y vio una imagen resplandeciente y maravillosa que le habló en perfecto Nahuatl; en impecable "Tecpillatolli" el hablar noble: 

Nehuatl—(yo soy) —In Nizenguizca — (la enteramente) —Zemicac— (por siempre) — Ichpochtli —(virgen)— Santa Maria In Inatzin—(Santa María madre de) —In Huel Nelli —(el bien verdadero) —Teotl Dios— (Dios)— In Ipalnemohuani— (Señor por quien vive)—In Teyocoyani —(Creador de los Hombres)— In Tlogue Nahuague— (Sehor del Cerca y del Junto, "Aquel cabe quien está todo") —In Ilhuicahua In Tlaltipague —(Señor del Cielo y de la Tierra)".

Le dijo que era la madre de Ometeotl, que había venido para proteger a los indios, amarlos y cuidarlos y que deseaba que en ese lugar le construyesen un Templo. Le pidió que fuese a dar noticia al Obispo para que él se cargara de hacerlo.

Juan Diego obedeció pero no fue creído. Regresó a dar la mala nueva y la madre de Ometeotl lo llamó de nuevo y otra vez le pidió ir a ver al Obispo. Juan Diego accedió pero con los mismos resultados que antes.

El Obispo pedía señales concretas de la aparición. Entonces Ometeotl le pidió a Juan Diego recoger las rosas de todos los colores que increiblemente crecian allí, frescas, en la punta del cerro helado y seco. Él las colocó en su "Amoxtli" su manto rústico de hilos extraídos del maguey y se las llevó al Obispo. Al dejar caer las flores; sobre el Amoxtli apareció inscrita y perfecta la imagen. El Obispo mandó construir un Templo a la nombrada "Virgen de Guadalupe".



"Tal y como lo habían previsto el segundo Dalai Lama y Yacatl, la imagen fue entendida por el indio en todos sus símbolos y se convirtió en su salvaguarda espiritual. Miles de indígenas venían a admirarla a su Templo y todos leyeron en el nuevo códice el misterio de la continuidad..."

El arte del injerto
[Fragmento tomado del libro "Regina, 2 de Octubre no se olvida", de Antonio Velasco Piña]

"Usted es la Reina de México, la única y legítima autoridad que hemos tenido desde la muerte del Emperador Cuauhtémoc; sin embargo, con el debido respeto, parece ignorar el daño que los españoles hicieron a nuestro país. La Conquista española fue algo atroz. El país entero fue arrasado en forma mucho peor que si hubiera sufrido un terremoto y todas las plagas juntas. Nuestros templos fueron destruidos y nuestros códices quemados. El antiguo saber tuvo que ser escondido, como si fuese cosa mala. La gente está desde entonces desorientada, confusa, no ha hallado la forma de volver a ser ella misma."
[...]
"-¿Me creerían si les dijese que puedo hablar con las plantas?

Los cuatro interlocutores de Regina movieron al unísono la cabeza en señal de asentimiento, manifestando así que no veían nada de raro en el hecho de que la Reina de México tuviese la facultad de comunicarse con los integrantes del reino vegetal. La joven explicó:

-Aprendí a hacerlo cuando estuve en el Tíbet, en un valle maravilloso de los Himalaya. después me llevaron a China. Ahí trabajé como jardinera y me enseñaron el arte de los injertos. No me fue fácil practicarlo. Al hacerle un injerto a una planta ésta sufre terriblemente: una parte de su ser es destruida y su lugar ocupado por un cuerpo extraño, cuya asimilación se logra tras de un largo y doloroso proceso. Las plantas se quejaban conmigo y durante un tiempo me fue imposible efectuar injertos, hasta que llegó el día en que logré hacer comprender a las plantas que mediante este procedimiento podían lograr una superación y renovación completas.

Los Cuatro Auténticos Mexicanos escuchaban profundamente interesados, pero sin alcanzar a entrever hacia dónde quería llegar Regina. Ésta prosiguió:

-Las naciones en muchos aspectos son semejantes a las plantas. En ocasiones requieren de un injerto para renovarse. Es una operación dolorosa y difícil pero indispensable. Nuestra Nación pasó por esa prueba. Creo que necesitamos entender muy claramente la auténtica naturaleza de ese proceso, de lo contrario vamos a estar siempre lamentándonos por algo que fue lacerante, pero necesario y beneficioso.

La metafórica y botánica explicación utilizada por Regina había alcanzado su propósito. La cabal comprensión del pasado suscitó la plena unidad en el presente. El resentimiento no existía ya en los nobles semblantes de los Cuatro Auténticos Mexicanos."

El Prototipo

[Finales del Siglo XX]"Con voz pausada y tranquila Augusto recapituló la historia de México: — hace más de cinco siglos surgió en este país un nuevo ser humano, producto de la unión de dos razas. Fue uno de los acontecimientos más espectaculares de la historia de la humanidad; ¡la creación de una nueva raza!. Fue, en realidad, un injerto hecho en la sangre indígena pero con tal brusquedad y falta de cuidado que la herida provocada se ha tardado mas de 500 años en sanar y florecer. El mexicano actual, con toda su belleza y espiritualidad es el verdadero Prototipo"

"El verdadero Prototipo es el fruto del injerto". 

"El verdadero Prototipo no es una máquina
 sino el producto de una transformación colosal de la raza humana"


 Fragmentos tomados del libro "El Prototipo", de Jacobo Grinberg  Zylberbaum